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GALDÓS Y LA PINTURA DE LA VOZ




HOMENAJE A BENITO PÉREZ GALDÓS

DÍA 3



Queridos lectores y amigos:
Estamos en el tercer día de nuestra semana de homenaje por el centenario del fallecimiento de Galdós.
Ya en su vida se habló mucho y no siempre bien, del padre intelectual de los Episodios Nacionales, de él, de su obra o de su estilo literario. Incluso ahora esas desavenencias siguen despertando discusiones. Pero no hay que alarmarse. Al contrario. Entre novelistas y críticos mantienen así la llama viva que alumbra hacia nosotros, el público, iluminando más si cabe la figura del novelista.
La pregunta es: ¿se puede considerar a Galdós y su obra como la cumbre de la novela española del siglo XIX o, ya exagerando, del XX? Pues nada, ya os adelanto yo que no se ponen de acuerdo.

Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín, Emilia Pardo Bazán. Ellos tres fueron los abanderados del Realismo en España. Recordemos, por ejemplo, la importancia y la popularidad de La Desheredada, de La Regenta o de Los pazos de Ulloa. Los tres autores se enfrentaron a muchas críticas en su momento porque rompían los cánones aceptados por la mayoría. La suya era una propuesta "revolucionaria", al menos, en España. Frente a las corrientes conservadoras que querían ver en la novela un lugar de reposo donde enmascarar las fealdades, la ruindad, las injusticias sociales, ellos se atrevieron a describirlas sin filtros ni amortiguadores. Los realistas se echaron al charco. En lugar de ofrecer una imagen ideal de la vida española como estaban haciendo otros, como José María de Pereda, para quien los pobres campesinos del mundo rural eran santos frente a las “asechanzas impías” del dinámico mundo urbano donde moraban los hombres malos, los del progreso, los ateos, laicos y científicos. Otro idealista y contrario al realismo era Juan Valera, esteticista de la novela, cuya obra más conocida es Pepita Jiménez. Muchos otros surgieron en ese tiempo y escribieron historias bonitas… Que ya nadie recuerda.

En cambio, Galdós sigue aquí, dando guerra. En el libro de Doña Perfecta expresa el editor Germán Gullón en referencia a la situación literaria del momento, (creo enriquecedor compartir aquí sus  palabras):

«Eran muy pocos los escritores que deseaban armar a la literatura, ponerle dientes, emociones plausiblles, reales, dotar al texto de fuerza verdadera...(…) Sin embargo, la valentía de Galdós levantará el velo sobre una realidad atroz, que las clases medias padecían el mal de las altas: el vivir del ocio (Juanito Santa Cruz, en Fortunata y Jacinta, 1886-1887), mientras los verdaderos valores humanos desaparecían (Benina, en Misericordia, 1897)...(…) El naturalismo, que apareció en España por la época de la publicación de Doña Perfecta, sacaba de quicio al buen burgués porque ofrecía la imagen de la fuerza del ser humano en bruto, la corporal, ante la que las ideas resultan demasiado endebles. Cuando la sociedad se escuda en ideas de poco calado, las supuestas leyes y derechos naturales, aparece desnuda.»

Si Galdós volviera a la vida se sorprendería de las veces que sus novelas han sido adaptadas al cine. Se sentiría orgulloso de saber que su Fortunata y Jacinta, su Marianela, su Abuelo, su doña Perfecta, su Viridiana y otros personajes suyos influyeron en varias generaciones. Y aún más, le sorprendería que quienes tanto le criticaron hayan caído en poco menos que en el pozo del olvido, mientras sus obras siguen siendo leídas y estudiadas. Y discutidas entre los novelistas modernos.

Alguien me dijo que animarse a la lectura de estos libros decimonónicos --prolijos en descripciones, con ciertas formas verbales en desuso, con una marcha de la acción más bien lenta, cuando estamos acostumbrados a las modernas novelas en las que la acción es relevante y la descripción breve y concisa, y el discurso del autor no interviene --es bastante difícil.
Incluso las novelas de Baroja, contemporáneo de Galdós (aunque teniendo en cuenta que Baroja, perteneciente a la Generación del 98 y cuya obra se inscribe en el Modernismo, tenía cuatro años cuando Galdós publicó Doña Perfecta y que Galdós tendría sesenta y uno cuando Baroja publicó La lucha por la vida, su trilogía de novelas iniciada con La busca entre 1904 y 1905), me resultan más dinámicas y su lectura menos trabajosa, más liviana. Pero eso no quita belleza y significado a Galdós. Es una cuestión de estilo, de gusto, de predisposición. La predisposición tiene enorme importancia en ese momento: cuando el lector se pone en el lugar de los personajes, se siente motivado por la historia.
Si así es, puede “cambiar el chip” y disfrutar de estas novelas. Yo lo he hecho y con algunas de Galdós me ha dado resultado, aunque otras, incluso novelas de escritores de ahora, modernas, llega un punto en el que no puedo seguir leyéndolas y las dejo en el estante de los libros olvidados.

Para gustos los colores. Y en los colores entra, desde luego, la pintura. Y decía Voltaire que «La escritura es la pintura de la voz».  La voz de Galdós es una voz de hace más de ciento cincuenta años y solo por eso ya es impresionante. Es una voz que nos cuenta su tiempo, que forma un cuadro tras otro, como un retablo, universo de retablos único y suyo: sólo suyo, como un mural impresionista.
«La escritura es la pintura de la voz». Citando a Voltaire, os dejo hasta el próximo día. Seguiremos con Galdós. Hasta pronto.

María José Martí

Entradas anteriores:

Una semana de homenaje a Galdós

Galdós y Doña Perfecta




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