Hoy, en la sección de grandes escritores, nos visita el escritor astrohúngaro de origen judío: Franz Kakfka. En primer lugar comparto un enlace para descargar el libro de <<Carta al Padre>>, más que nada porque me parece interesante el tema, aunque existen más importantes relatos y novelas en la obra de este escritor que también pueden ser descargadas en diversas páginas de Internet. También, como siempre, cuento con la inestimable ayuda de Wikipedia para consultar su biografía y conocer mejor al autor. Y tres de los mejores audios para escuchar los más famosos relatos de Kafka, como son La Metamorfosis, Ante la Ley, o El silencio de las sirenas.
En la carta que Franz Kakfka escribió en 1919 a su padre, quedaron patentes sus sentimientos de inferioridad y el rechazo que, según se deduce de sus palabras, el padre del escritor en cierto modo le manifestaba.
El editor póstumo de Kafka, Max Brod, la incluyó entre sus escritos literarios, denominándola "la carta que nunca llegó a su destinatario" y argumentando que por esa misma razón no cumplió la función de carta como tal.
Tal vez se puede englobar en el género epistolar, pero la "Carta al padre" se acompaña de ciertas ficciones, su texto es violento, y según el editor, el propio Kafka pasó o hizo pasar a máquina el manuscrito y corrigió pasando personalmente la versión a limpio, labor que únicamente concedía a sus relatos cuando iban a la imprenta, lo que podría contradecir que se tratara de una carta real dirigida a su padre.
Esta es una de las razones por las que Max Brod, -el editor de los relatos de Kafka- sostiene en su propia biografía que el padre de Kafka no era el tirano que aparece en esta carta terrible de su hijo. Por cautela, tal vez sea más provechoso leerla sin juzgar, sin creer que todo lo que cuenta es verídico, y disfrutar de ella como un texto literario más que como una expresión biográfica de la relación de Kafka con su padre. Aún así, también queda la duda, y la posibilidad de que lo que cuenta Kafka fuera cierto, y que el editor solo quisiera salvaguardar un poco la imagen del progenitor. Tal vez nunca lo sabremos...
EL ZOPILOTE
Un zopilote estaba mordisqueándome los pies. Ya había despedazado mis botas y calcetas, y ahora ya estaba mordiendo mis propios pies. Una y otra vez les daba un mordisco, luego me rondaba varias veces, sin cesar, para después volver a continuar con su trabajo. Un caballero, de repente, pasó, echó un vistazo, y luego me preguntó por qué sufría al zopilote.
"Estoy perdido", le dije. Cuando vino y comenzó a atacarme, yo por supuesto traté de hacer que se fuera, hasta traté de estrangularlo, pero estos animales son muy fuertes... estuvo a punto de echarse a mi cara, mas preferí sacrificar mis pies. Ahora están casi deshechos". "¡Vete tú a saber, dejándote torturar de esta manera!", me dijo el caballero. "Un tiro, y te echas al zopilote." "¿En serio?", dije. "¿Y usted me haría el favor?" "Con gusto," dijo el caballero, " sólo tengo que ir a casa e ir por mi pistola. ¿Se podría usted esperar otra media hora?" "Quién sabe", le dije, y me estuve por un momento, tieso de dolor.
Entonces le dije: "Sin embargo, vaya a ver si puede... por favor". "Muy bien", dijo el caballero, "trataré de hacerlo lo más pronto que pueda". Durante la conversación, el zopilote había estado tranquilamente escuchando, girando su ojo lentamente entre mí y el caballero. Ahora me había dado cuenta que había estado entendiéndolo todo; alzó ala, se hizo hacia atrás, para agarrar vuelo, y luego, como un jabalinista, lanzó su pico por mi boca, muy dentro de mí. Cayendo hacia atrás, me alivió el sentirle ahogarse irremediablemente en mi sangre, la cual estaba llenando cada uno de mis huecos, inundando cada una de mis costas.
"Ay", dijo el ratón, "el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer".
"Solamente tienes que cambiar tu dirección", dijo el gato, y se lo comió.
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. A distancia escuché el sonido de una trompeta, y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada, ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó: "¿A dónde va el patrón?" "No lo sé", le dije, "simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta". "¿Así que usted conoce su meta?", preguntó. "Sí", repliqué, "te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta".
Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar a aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle atrancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón,
se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender con mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la
habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.
Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.
En la carta que Franz Kakfka escribió en 1919 a su padre, quedaron patentes sus sentimientos de inferioridad y el rechazo que, según se deduce de sus palabras, el padre del escritor en cierto modo le manifestaba.
El editor póstumo de Kafka, Max Brod, la incluyó entre sus escritos literarios, denominándola "la carta que nunca llegó a su destinatario" y argumentando que por esa misma razón no cumplió la función de carta como tal.
Tal vez se puede englobar en el género epistolar, pero la "Carta al padre" se acompaña de ciertas ficciones, su texto es violento, y según el editor, el propio Kafka pasó o hizo pasar a máquina el manuscrito y corrigió pasando personalmente la versión a limpio, labor que únicamente concedía a sus relatos cuando iban a la imprenta, lo que podría contradecir que se tratara de una carta real dirigida a su padre.
Esta es una de las razones por las que Max Brod, -el editor de los relatos de Kafka- sostiene en su propia biografía que el padre de Kafka no era el tirano que aparece en esta carta terrible de su hijo. Por cautela, tal vez sea más provechoso leerla sin juzgar, sin creer que todo lo que cuenta es verídico, y disfrutar de ella como un texto literario más que como una expresión biográfica de la relación de Kafka con su padre. Aún así, también queda la duda, y la posibilidad de que lo que cuenta Kafka fuera cierto, y que el editor solo quisiera salvaguardar un poco la imagen del progenitor. Tal vez nunca lo sabremos...
AUDIORELATOS PARA ESCUCHAR: DOS CUENTOS Y LA METAMORFOSIS, DE KAFKA
Audiorelato: ANTE LA LEY
Audiorelato: LA METAMORFOSIS
Para saber mucho más sobre el autor de <<La Metamorfosis>>, haz clic en el siguiente enlace:
https://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Kafka
FRANZ KAFKA
1883-1924
EL ZOPILOTE
Un zopilote estaba mordisqueándome los pies. Ya había despedazado mis botas y calcetas, y ahora ya estaba mordiendo mis propios pies. Una y otra vez les daba un mordisco, luego me rondaba varias veces, sin cesar, para después volver a continuar con su trabajo. Un caballero, de repente, pasó, echó un vistazo, y luego me preguntó por qué sufría al zopilote.
"Estoy perdido", le dije. Cuando vino y comenzó a atacarme, yo por supuesto traté de hacer que se fuera, hasta traté de estrangularlo, pero estos animales son muy fuertes... estuvo a punto de echarse a mi cara, mas preferí sacrificar mis pies. Ahora están casi deshechos". "¡Vete tú a saber, dejándote torturar de esta manera!", me dijo el caballero. "Un tiro, y te echas al zopilote." "¿En serio?", dije. "¿Y usted me haría el favor?" "Con gusto," dijo el caballero, " sólo tengo que ir a casa e ir por mi pistola. ¿Se podría usted esperar otra media hora?" "Quién sabe", le dije, y me estuve por un momento, tieso de dolor.
Entonces le dije: "Sin embargo, vaya a ver si puede... por favor". "Muy bien", dijo el caballero, "trataré de hacerlo lo más pronto que pueda". Durante la conversación, el zopilote había estado tranquilamente escuchando, girando su ojo lentamente entre mí y el caballero. Ahora me había dado cuenta que había estado entendiéndolo todo; alzó ala, se hizo hacia atrás, para agarrar vuelo, y luego, como un jabalinista, lanzó su pico por mi boca, muy dentro de mí. Cayendo hacia atrás, me alivió el sentirle ahogarse irremediablemente en mi sangre, la cual estaba llenando cada uno de mis huecos, inundando cada una de mis costas.
UNA PEQUEÑA FABULA
"Ay", dijo el ratón, "el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer".
"Solamente tienes que cambiar tu dirección", dijo el gato, y se lo comió.
LA PARTIDA
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. A distancia escuché el sonido de una trompeta, y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada, ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó: "¿A dónde va el patrón?" "No lo sé", le dije, "simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta". "¿Así que usted conoce su meta?", preguntó. "Sí", repliqué, "te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta".
EL PASEO REPENTINO
Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar a aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle atrancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón,
se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender con mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la
habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.
Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.
De Kafka leí su universal "Metamorfosis", "Un médico rural" y unos cuantos más. Pero el que me dejó impresionada fue "Cartas al padre". Lo mismo me pilló en un momento vulnerable, pero con este libro lloré y se me pusieron por momentos el vello como escarpias. Está claro que la mejor prosa brota del dolor, sudor y sufrimiento.
ResponderEliminarGracias por tu aporte.
Un abrazo.
En la Carta al padre, Kafka define la relación tormentosa de dos personas completamente opuestas, dos maneras de ser, de pensar, de ver la vida. He visto algo parecido en la vida real y es así como él lo cuenta. Lo impresionante es lo bien que Kafka lo describe, como ahonda en su problemática y no escapa a ningún detalle. Yo te agradezco que te pases por aquí y comentes.Y me alegro mucho. Un abrazo.
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