EL OGRO Vicente Blasco Ibáñez En todo el barrio del Pacifico era conocido aquel endiablado carretero que alborotaba las calles con sus gritos y los furiosos chasquidos de su tralla. Los vecinos de la gran casa en cuyo bajo vivía habían contribuido a formar su mala reputación... ¡Hombre más atroz y mal hablado! ... ¡Y luego dicen los periódicos que la Policía detiene a los blasfemos! Pepe el carretero hacia méritos diariamente, según algunos vecinos, para que le cortaran la lengua y le llenasen la boca de plomo ardiendo, como en los mejores tiempos del Santo Oficio. Nada dejaba en paz, ni humano ni divino. Se sabia de memoria todos los nombres venerables del almanaque, únicamente por el gusto de faltar, y así que se enfadaba con sus bestias y levantaba el látigo, no quedaba santo, por arrinconado que estuviese en alguna de las casillas del mes, al que no profanase con las más sucias expresiones. En fin: ¡un horror!; y lo más censurable era que, al en
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