Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2018

LOUISA MAY ALCOTT, MERIENDA

LOUISA MAY ALCOTT (1832-1888) Autora estadounidense. Luchó con ahínco por el derecho al voto de las mujeres y defendió la abolición de la esclavitud. En la Guerra de Secesión fue enfermera en el Hospital de la Unión en Washington D.C. y murió en Bostón a la edad de 56 años debido a las secuelas del envenenamiento por mercurio al que se expuso durante sus servicios en el Hospital. Escribió un gran número de relatos, poemas, cuentos para niños y algunas novelas. Su mayor éxito “Mujercitas”, publicado en 1868, traspasó fronteras a nivel mundial convirtiéndose en la obra literaria más reconocida de esta autora en muchos países. Mujercitas es un relato en parte autobiográfico basado en su niñez, en sus hermanas y en ella misma en sus años adolescentes. Hoy conoceremos uno de sus deliciosos cuentos breves, tan sólo una pequeña muestra de su calidad narrativa. Y sin más preámbulos, os dejo con... MERIENDA DE LOUISA MAY ALCOTT — Hermana Jerusha

UN FUNCIONARIO, DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ

(La gran prosa de Vicente Blasco Ibáñez a través de sus cuentos.) Tendido de espaldas en el camastro y siguiendo con vaga mirada las grietas del techo, el periodista Juan Yáñez, único huésped de la sala de políticos, pensaba que había entrado aquella noche en el tercer mes de su encierro. Las nueve... La corneta había lanzado en el patio las prolongadas notas del toque de silencio; en los corredores sonaban con monótona igualdad los pasos de los vigilantes, y de las cerradas cuadras, repletas de carne humana, salía un rumor acompasado semejante al fuelle de una fragua lejana o a la respiración de un gigante dormido; parecía imposible que en aquel viejo convento, tan silencioso, cuya mina resultaba más visible a la cruda luz del gas, durmiesen mil hombres. El pobre Yáñez, obligado a acostarse a las nueve, con una perpetua luz ante los ojos, sumido en un silencio aplastante que hacía creer en la posibilidad del mundo muerto, pensaba en lo duramente que iba saldan

Virginia Woolf, La duquesa y el joyero

La Duquesa y el Joyero Publicado  en 1938 Virginia Woolf (1882-1941) Oliver Bacon vivía en lo alto de una casa junto a Green Park. Tenía un departamento; las sillas estaban colocadas de manera que el asiento quedaba perfectamente orientado, sillas forradas en piel. Los sofás llenaban los miradores de las ventanas, sofás forrados con tapicería. Las ventanas, tres alargadas ventanas, estaban debidamente provistas de discretos visillos y cortinas de satén. El aparador de caoba ocupaba un discreto espacio, y contenía los brandys, los whiskys y los licores que debía contener. Y, desde la ventana central, Oliver Bacon contemplaba las relucientes techumbres de los elegantes automóviles que atestaban los atestados vericuetos de Piccadilly. Difícilmente podía imaginarse una posición más céntrica. Y a las ocho de la mañana le servían el desayuno en bandeja; se lo servía un criado; el criado desplegaba la bata carmesí de Oliver Bacon; él abría las cartas con sus l